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En una entrevista, que el Obispo de Paraguay, Mons. Aníbal Mena Borta, uno de los más pestigiosossos prelados de Sud América, concedió a los representantes de la prensa, nacional y extranjera, a su llegada a Bogotá, para asistir al Congreso Eucarístico Internacional, escuchó la siguiente pregunta, reveladora de las inquietudes, de las reservas, de las internas divisiones, que las múltiples y espectaculares mudanzas, introducidas en la Iglesia de Cristo, han causado en todos los observadores católicos y no católicos: (EL ESPACIO, Martes 20 de Agosto de 1968. Bogotá, Colombia):
"—¿Cree oportuno —se le preguntó— el avance de la "nueva Iglesia", contra las tesis tradicionalistas y conservadoras?
"—Es una etapa, que estamos viviendo. A partir del Vaticano II, la Iglesia Católica, incluyendo la latinoamericana, atraviesa por una época de transformación, por una etapa de cambios.
"—¿Es verdad que hay serias reservas del episcopado del Paraguay al documento de trabajo del CELAM?
"—Solamente algunas inquietudes. Nosotros hemos preparado un breve documento en el que consignamos nuestras tesis.
"—¿Se solicitan modificaciones?
''—¿Fundamentales?
"—No. Pero sí algunas de importancia.
"—¿Debe la Iglesia comprometerse en una gran acción social?
"—La Iglesia está comprometida con ella. Lo que buscamos es una vigorización de ese compromiso.
Nueva Iglesia llaman los hombres de la prensa a la Iglesia "reformada", que nació del Concilio de Juan XXIII y de Paulo VI. Nueva Iglesia que avanza irreversiblemente contra las tesis tradicionalislas y conservadoras. Es, pues, un avance doctrinal, quo borra, que destruye el pasado, porque hay oposición entre esas dos mentalidades, y esa oposición es irreconciliable. ¿Será esa la autodemolición de la Iglesia, que lamentaba Paulo VI en una do esas patéticas alocuciones, con las que parece querer detener el aluvión de la herejía y del cisma?
No son, tesis tradicionalistas y conservadqras las que combate el ''progresismo" sino dogmas inmutables de nuesüia fe católica, sobre los que se funda la estructura jmisma de la. Iglesia, su conservación, su esencia misma. Su Excelencia, el Arzobispo del Paraguay, reconoce y acepta que es una etapa que estamos viviendo, a partir del Vaticano II, de ansformación y de constantes cambios. ¿Qué ha quedado en pie, después de esa tormenta? ¿Cuándo terminarán los cambios? ¿Cuál es ahora la norma cierta, para separar y distinguir lo contingente de lo inmutable; la verdad infalible, de la verdad circunstancial y pasajera? Lo que ayer negamos, lo aceptamos hoy y lo imponemos. Trento había dicho: "Si alguno afirmase que la Misa debe celebrarse en lengua vernácula, que sea anatema". Hoy, en cambio, las Conferencias Episcopales quieren imponernos no sólo la Misa, sino toda la liturgia en la lengua vernácula.
El trabajo del CELAM, el anteproyecto preparado para la junta de Medellín, había causado verdaderas inquietudes, no sólo en algunos miembros del Episcopado, sino entre las personas seglares, que lo conocían. La Iglesia o, mejor dicho, los hombres de la la Iglesia se habían comprometido en una gran aventura social. La transformación que los eclesiásticos buscaban en la Iglesia, en la obra de Dios, parecía abarcar la finalidad misma del Evangelio. Ya no se buscaba tanto el Reino de Dios y su Justicia, sino el reino del hombre y su justicia social. (Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga: "LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA", pg. 93, Ed. Asociados, México, 1971)
"—¿Cree oportuno —se le preguntó— el avance de la "nueva Iglesia", contra las tesis tradicionalistas y conservadoras?
"—Es una etapa, que estamos viviendo. A partir del Vaticano II, la Iglesia Católica, incluyendo la latinoamericana, atraviesa por una época de transformación, por una etapa de cambios.
"—¿Es verdad que hay serias reservas del episcopado del Paraguay al documento de trabajo del CELAM?
"—Solamente algunas inquietudes. Nosotros hemos preparado un breve documento en el que consignamos nuestras tesis.
"—¿Se solicitan modificaciones?
''—¿Fundamentales?
"—No. Pero sí algunas de importancia.
"—¿Debe la Iglesia comprometerse en una gran acción social?
"—La Iglesia está comprometida con ella. Lo que buscamos es una vigorización de ese compromiso.
Nueva Iglesia llaman los hombres de la prensa a la Iglesia "reformada", que nació del Concilio de Juan XXIII y de Paulo VI. Nueva Iglesia que avanza irreversiblemente contra las tesis tradicionalislas y conservadoras. Es, pues, un avance doctrinal, quo borra, que destruye el pasado, porque hay oposición entre esas dos mentalidades, y esa oposición es irreconciliable. ¿Será esa la autodemolición de la Iglesia, que lamentaba Paulo VI en una do esas patéticas alocuciones, con las que parece querer detener el aluvión de la herejía y del cisma?
No son, tesis tradicionalistas y conservadqras las que combate el ''progresismo" sino dogmas inmutables de nuesüia fe católica, sobre los que se funda la estructura jmisma de la. Iglesia, su conservación, su esencia misma. Su Excelencia, el Arzobispo del Paraguay, reconoce y acepta que es una etapa que estamos viviendo, a partir del Vaticano II, de ansformación y de constantes cambios. ¿Qué ha quedado en pie, después de esa tormenta? ¿Cuándo terminarán los cambios? ¿Cuál es ahora la norma cierta, para separar y distinguir lo contingente de lo inmutable; la verdad infalible, de la verdad circunstancial y pasajera? Lo que ayer negamos, lo aceptamos hoy y lo imponemos. Trento había dicho: "Si alguno afirmase que la Misa debe celebrarse en lengua vernácula, que sea anatema". Hoy, en cambio, las Conferencias Episcopales quieren imponernos no sólo la Misa, sino toda la liturgia en la lengua vernácula.
El trabajo del CELAM, el anteproyecto preparado para la junta de Medellín, había causado verdaderas inquietudes, no sólo en algunos miembros del Episcopado, sino entre las personas seglares, que lo conocían. La Iglesia o, mejor dicho, los hombres de la la Iglesia se habían comprometido en una gran aventura social. La transformación que los eclesiásticos buscaban en la Iglesia, en la obra de Dios, parecía abarcar la finalidad misma del Evangelio. Ya no se buscaba tanto el Reino de Dios y su Justicia, sino el reino del hombre y su justicia social. (Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga: "LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA", pg. 93, Ed. Asociados, México, 1971)